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El agridulce sabor de la obra de Catalina Mena

 

Tras cinco años de preparación, la artista presenta «Sentir» en la sala principal de Galería Patricia Ready, una exposición que invita a reflexionar sobre aspectos cruciales de los seres humanos. Se compone de una gran instalación, obra en papel, piezas escultóricas en porcelana y otros materiales.

Por Marilú Ortiz de Rozas

 

Así como hay palabras que matan y cuchillos que pueden salvar, en especial si sus filos están bordados, o si tienen alas para ascender, toda la obra de Catalina Mena (Santiago, 1971) se caracteriza por un diálogo entre contrarios. Y por una irrenunciable alusión al universo de “lo femenino”. Esta vez no es la excepción.  «Sentir», ambiciosa exposición en la que la artista lleva años trabajando, se inaugurará el 24 de abril en Galería Patricia Ready, y despliega en ella su aguda mirada para instalar un tema incómodo y necesario: ¿cómo procesamos nuestras emociones y sentimientos? “No somos la única especie en la Tierra que tiene la capacidad de sentir, pero sí somos los únicos que tenemos la posibilidad de reflexionar al respecto, y creo que es imperativo hacerlo, porque el mundo no estaría como está si asumiéramos que lo racional no es suficiente, y abordáramos una educación emocional”, explica.

Para este proyecto, ella partió investigando la etimología de la palabra “sentir”, la que remite a los sentidos. Mas, investigando, descubrió que hoy ya no se habla de los cinco sentidos conocidos (vista, olfato, tacto, oído, gusto), sino que se agregan dos más: “la propiocepción, que es definida neurocientíficamente como la capacidad de tomar conciencia de tu propio cuerpo, pues tu postura corporal te define ante el mundo. Y la introcepción, que vendría a ser la percepción del cuerpo como un todo orgánico interrelacionado. Estos dos sentidos, que son relativamente nuevos en el mundo occidental, se conocen desde hace milenios en las filosofías y religiones orientales”, precisa Catalina.

Una vez lista la base conceptual, la artista asumió el reto de crear una obra de formato monumental para el vasto espacio donde se expondrá. Si en plena pandemia, instaló centenares de sus afilados cuchillos bordados en el hall central del Museo de Bellas Artes sobre una escultura de mármol que representa el ideal femenino de las mujeres en siglos pasados; esta vez su propuesta se ha dulcificado bastante. La instalación que ha estado realizando con especial apoyo de su madre, Ilona Urményi, para subrayar la raíz matriarcal de su obra, consiste en una gran red de 8 x 3.2 m que instalará en un extremo e la galería. Su madre teje cadenetas a crochet con hilos de bordar, con las que luego Catalina compone la palabra “sentir”, a la que aplica un fijador para obtener la rigidez necesaria para que las letras no se deformen. Luego cose una palabra con otra, hasta formar una gran malla. “Ha sido un trabajo de mucha paciencia, casi como recitar un mantra, y agradezco la beca que obtuve de la Fundación Pollock and Krasner, que ha permitido solventar esta obra de largo aliento”, comenta.

La idea es que esta red pueda ser recorrida por delante, así como por detrás, para observar sus nudos, venas, cicatrices y otras asociaciones derivadas de su simbolismo, remitiendo al cuerpo humano. Por lo mismo, su color son variaciones del rojo.

Conexiones

La idea de este trabajo colaborativo de coser y conectar las palabras unas con otras deriva de la necesidad metafórica de relacionarnos los unos con los otros, porque “sentir” en esta propuesta  propone formar redes con otros. “A la vez, la malla alude al reino fungi, a aquellas conexiones a veces invisibles pero fundamentales para nuestro planeta”, agrega.

Así, dentro de esta relación con los otros, el lenguaje ocupa un lugar fundamental, y Catalina, que es una gran lectora de filosofía, cita a Heidegger cuando dice “El lenguaje es la casa del ser”. Toda su obra se construye a partir del lenguaje, de palabras que escoge cuidadosamente para los filos de los cuchillos que borda, para los textos que imprime en sus pinturas o grabados, o para esta gran “red del sentir”.

Una vez definida esta instalación, que es la detonante de la muestra, ella emplaza en los muros de los costados una bella serie de veintiún obras gofradas en papel con la palabra “sentir”, y tenues pero significativas intervenciones en pintura y bordado rojas. “Partituras de un sentir” se llama, y las pequeñas aureolas o gotas que aparecen en ellas no provienen del tubo de color, sino que pinta con su propia sangre, plasmando una vez más la visceralidad de su obra. Sobresale por la fina factura y delicada estética, pero llevando como contrapunto un montaje e intervenciones con alfileres de los que se ocupan en la entomología, para disecar insectos. “Me gusta ese universo, siempre digo que mi taller en realidad es mi laboratorio”, sostiene.

En el muro sur de la galería, en tanto, se despliega “Homenaje a Judy Chicago”, una de las pioneras del arte feminista. Es una serie de piezas escultóricas semi bidimensionales y circulares, cual platos de porcelana, donde afloran sus tradicionales cuchillos, ya sea dibujados, o en vacío, y escritos. Es una forma también de remitir al universo de la casa, que aparece desde la primera de sus obras, cuando recreaba tazas de té con sus platillos, que se suspendían…

Dos series adicionales (realizadas gracias a un Fondart) se emplazan sobre mesas: Variaciones de la Memoria, y Variaciones del Olvido. La primera se construye a partir de fragmentos de platos de porcelana antiguos encontrados en mercados persas que se ensamblan como vitrales y conforman piezas de formas diversas. La segunda, funde objetos en vidrio o semi translúcidos, también dando vida a unos extraños objetos escultóricos tan delicados como frágil es la mente sometida a los vaivenes de la vida y el olvido.

Finalmente, una serie de cuchillos en porcelana, amarrados con un hilo rojo al muro de acceso de la galería, con palabras estampadas en los inocentes filos. De esas que ella escoge para aportar sentido a su quehacer. Aunque ningún filo es inocente, ni ninguna palabra tampoco: todas cargan con una responsabilidad, con una ética propia. “La cineasta Agnès Varda decía que lo que más le gustaba comer es lo agridulce, porque le permitía sentir la contradicción de la vida. Así es mi obra”, concluye Catalina Mena.

 

Para lecturas

Citando al filósofo alemán, Peter Sloterdijk , Catalina Mena se propone “Darse una pausa para la reflexión sobre cuestiones fundamentales”.

Apuntes para Sentirde CatalinaMena

Dra. Sonia Montecino Aguirre 

Profesora Titular, Depto. de Antropología, Universidad de Chile 

Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013 

“La mano que tengo en mi mano,/herida de martillo,/la mano fea, la mano hermosa,/dentro de la mía me cuenta todo”

(Gabriela Mistral, La Mano I, en Almácigo, 2015)

La obra que nos propone CatalinaMena podríamos entenderla como una metáfora para asir los múltiples sentidos de una palabra encarnada: sentir. Una metáfora que se construye, precisamente en el entrecruce (las cadenetas)de materialidades y pensamientos (la reflexividad que plantea hoy una ruptura con la abstracción ilustrada), pero sobre todo con el cuerpo que hace posible que esas materialidades signifiquen y de manera radical se inscriba como parte de un código escritural.

Hay al menos tres dimensiones de ese sentir que elabora la artista desplegando un movimiento continuo y de ida y vuelta de arte-artesanía, es decir de creación con nombre y apellidos, pero asimismo del nexo indisoluble de ésta con la transmisión anónima del viejísimo y femenino hacer de y con las manos. En primer lugar, los hilos y su reverberación en el bordado y el tejido con el uso del crochet (un tópico de la obra de CatalinaMena). Estos hilos son rojos, de una diversidad de rojos que en la técnica de la cadeneta escriben la palabra sentir. La cadeneta, el rojo y la escritura se irán desdoblando en las otras creaciones, complejizando la trama de la humanidad que se vierte en ellas a través de la mano que labora. En segundo lugar, el papel como soporte de los sentires, configurado como una partitura –es decir en el alojamiento de una escritura que reenvía en su acepción clásica a un código para anotar la música, un sentimiento trocado, encarnado en el sonido-que será escrita con la sangre (roja) del cuerpo de la artistaque,sometida a un proceso de conservación, nos confronta a las variadas posibilidades de maticesy gamasde su color, de su dolor, de su encadenamiento en una naturaleza que cíclica constituye el rumor de lo femenino. Esa sangre en medio de alfileresy rasgados del cuerpo-partitura, abre las compuertas de un deslizamiento de significados, evocaciones y sentimientos donde se licua la palabra sentir. Por último,emerge la loza, la cerámica como homenaje a una mujer, Judy Chicago, y su creatividad feminista y disruptiva. Conformar Sentir con este gesto trae a la escena de la palabra encarnada ya no solo un horizonte donde se revaloriza, recrea y reconoce a la mujer -en su hacer doméstico y creador-sino en la actualización de una política de las identidades y su lucha por la interpretación e interpelación al mundo, desde el discurso y la práctica de liberación, en la búsqueda de la igualdad. Este homenaje restituye un ademán y una situación intercultural: las alfareras precoloniales que levantaron, de manera inequívoca en nuestros mundos los artefactos que sustentaron la vida. Esa mano locera, de CatalinaMena, se instala construyendo una cadeneta entre pasado y presente, roja en su grafía de la emoción que supone una materia de la tierra.

Estas tres dimensiones leídas como un todo diverso,pero común en el Sentir eselque convierte en metáfora su expresión pluraly figurada, representada en sustancias que se condensan en la mano, que al producir-crear con ellas, se convierte en metonimia del cuerpo que siente. Cada una de estas creaciones, pueden ser leídas en sí mismas, como entidades que significan densas maneras del pensar-sentir, como el hilo que remite a una serie de experiencias del trenzar (pelos, maldades, bondades, tejidos infinitos), y el hilo rojo con sus oquedades y reminiscencias de los ritos de pasaje: juntar las sangres en son de hermandad, la menarquia, la menstruación, las heridas de guerra, y así. Las partituras como un código que desde y con la sangre narra situaciones punzantes (alfileres y rasgaduras), pero que restituye el nexo con los árboles, los papiros, los primeros intentos de decir-sentir-descifrando. Y las cerámicas como rostros que solidifican las sangres, pero más allá de ello patrimonializa (conserva) lo doméstico y sus filos con los cuchillos impresos -otro tópico de la obra de CatalinaMena-y junto a ello re construye el estar “con las manos en la masa”, con el fuego y con la dulzura de una loza levantada como cuerpo.

Ya sea sentidas como fragmentos o como un todo que emociona y conmociona en tanto metáfora, las creaciones de la artista nos llevan directamente a la experiencia depalpar, encontrar, percibir, sufrir, gozar, presentir, vernos y percatarnos de todos los sentimientos humanos que albergamos y que nos hilan (en las cadenetas), nos modelan (la alfarería) y escriben (la partitura). Hoy día que razón y sentimiento se contraponen, este Sentir de CatalinaMena parece querer decirnos que nunca olvidemos las manos, ya sea feas o hermosas, que dentro de las nuestras nos cuentan, conjuntando amor y ternura con el relato (el lenguaje) de la emoción.

 

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